Con unas cifras de paro como las que estamos sufriendo, con una crisis aguda y cruel que se padece sin paliativos, con medidas que la agudizan más bien, seguir a quienes prometen trabajo a cualquier precio parece en muchos casos la única salida. Aunque la salida pueda ser una trampa y la trampa tenga consecuencias sin fin. Volvemos a verlo en Corcoesto, en ese proyecto de mina de oro a mayor gloria de una multinacional que va a cambiar la fisonomía de toda una comarca que vive del sector primario, agricultura, ganadería y pesca. El problema es que no hay un plan, una alternativa para miles de familias a las que habría que haber compensado por mantener el paraíso y una forma de vivir, como se hace en países verdaderamente avanzados, miren el campo francés. Los mismos que les han mantenido en el olvido les ofrecen ahora una salida que es un arma de doble filo. Un proyecto minero que, según dicen la mayoría de informes independientes destruirá más que construirá, arrasará y comprometerá buena parte del empleo y la riqueza real de la comarca. Estamos ante un ejemplo más de la diferencia entre el progreso y la barbarie. Aunque aún no está todo dicho, por suerte, en esta ocasión.
La foto superior es de una balsa de características similares a la que se proyecta en la zona. Ha hecho furor en redes sociales el vídeo de la Plataforma en contra de la mina.
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